lunes, 22 de septiembre de 2008

dolor, maldito tesoro

de más está decir que el miedo al dolor debe ser una de las cosas más tremendas y desesperantes que afectan al ser humano. Más que sentirlo, incluso, percibir el dolor venidero resulta aterrador y genera reacciones extravagantes. Quién no se ha deslizado ridículamente del sillón del dentista al escuchar el ruido del torno, argumentando que justo hoy no venía con tiempo para esos arreglitos?
Sin embargo, eso es la previa. El terror, el apretar de mandíbulas, pero siempre gracias a la imaginación.
Mientras tanto, el dolor de verdad genera otra cosa. Que se te salten las lágrimas, así, de repente. Que te desmayes, vaya uno a saber cuándo. O que quieras matar a alguien cuando la cosa es crónica e inevitable. Este último caso es el terrible.
House es un odiador permanente, su sarcasmo parece ser parte de una personalidad sociopática, de un racionalismo a rajatabla; pero él simpre dice que no puede evitarlo, porque la verdad es que siente dolor: dolor de pierna porque no le alcanza ninguna dosis de analgésico. Eso en la tele...Mientras, la única mala cara que le he conocido a mi abuelo (más allá de algún que otro velorio, obvio), es la que tiene durante sus ataques de gota, que realemente no puedo imaginar pero compadezco. La gente con dolor de muelas es lo más llorona que te podés cruzar. Y ahora, como siempre con los nervios -no son nervios, es aceleración mental sostenida- el dolor en la boca me está convirtiendo en la persona de peor carácter del planeta.

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