Un fin de semana de esos que te pasan todas, el día después del mayor miedo de mi vida, al menos así de acordarme, al menos así de querer llorar(de cagazo) en el medio de la vereda, de entrar a un bar pidiendo "que no te mueras, que no te pase nada, que por favor me perdones", el día después de cuando un peón de mudanza me miró burlón por casi desmayarme por un bajón de presión...
El día después, fuimos al hospital por un reliveran inyectable de trasnoche, en lo que no podía dejar de pensar como un experimento, una de esas cosas que uno hace para saber qué se siente, un ir al lugar del crimen para contar una historia policial.
Sin embargo, una de las cosas que más me quedaron es esa que te conté de golpe, que me hizo incorporar en la silla al costado de la cama.
los pisos son todos iguales?
los tacos son todos iguales?
los médicos caminan todos igual de firme y apurado?
o el sueño que me juega una mala pasada, el famoso olor a sopa con espadol y esa cosa de estar en un lugar que podría haber sido familiar se mezclan a esa hora los domingolunes?
te omito los detalles, (que traía un saco verde, cardigan en verano, que siempre había una frazada a cuadros dando vueltas y que el control remoto tenia tela adhesiva pegada y escrita) los viernes a la tarde iba a visitar a mi mamá al trabajo. la pieza del médico de guardia donde mirabamos la tele estaba al fondo del pasillo. y si se iba a atender, yo sabía cuando volvía, por los tacos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario